miércoles, 29 de octubre de 2014

 M
i punto de vista sobre la homosexualidad es que si tenemos a un miembro de la familia que es homosexual no debemos discriminarlo ni rechazarlo, simplemente aceptarlo, un homosexual no tiene por qué avergonzarse de sí mismo, más aún si tiene una pareja, no es necesario que viva con complejos o temor a las opiniones de la sociedad.

Vivimos en una sociedad homofóbica donde las personas sienten un miedo ilógico e irracional hacia la homosexualidad. Este miedo se puede manifestar a través de repulsión, agresión física y/o verbal. La mayoría de las familias no quieren que sus hijos sean homosexuales. Entonces, los crían como
heterosexuales, Y en esa crianza, obviamente, se le transmiten al niño los prejuicios existentes en la cultura con respecto a la homosexualidad. Esta es la causa por que existen personas homofóbicas.

La Iglesia está en contra de los homosexuales porque considera que la homosexualidad es un pecado, ya que no tiene potencialidad reproductiva, y sólo puede entenderse como una búsqueda desordenada de placer, por lo cual es contraria a la naturaleza y a la ley de Dios
En referencia a las personas creyentes que viven en uniones del mismo sexo, sería importante recordarles, así como se hace con los que se divorcian y se vuelven a casar, que no están excluidos de la Iglesia, y exhortarlas a la escucha de la Palabra de Dios, a la participación en la Misa o en cultos, a perseverar en la oración y en las obras de caridad y de justicia, para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios.

Finalmente yo considero que la homosexualidad no es una enfermedad, simplemente es sentir amor o atracción a una persona del mismo sexo y yo creo que el amor o la atracción no es una enfermedad.
Todos sentimos, respiramos, reímos, lloramos todos somos iguales  y la discriminación hacia los homosexuales debería desaparecer por completo de nuestra cultura.